Sin duda alguna Puerto Rico está pasando por la crisis más profunda en
su historia moderna. Ahora, es importante recalcar que el desastre que causó el
huracán María en la isla no es solo obra de la furia de la madre naturaleza.
Las decisiones tomadas por la clase política-corporativa del país, la que siempre
ha colocado sus intereses económicos por encima del bienestar de la mayoría del pueblo, hizo
del país uno muchísimo más vulnerable a eventos atmosféricos como María.
El Huracán María solo destapó lo que muchos gobernantes y sus seguidores
querían ocultar por mucho tiempo, que Puerto Rico es un país pobre con uno de
los índices
de desigualdad más altos del mundo. Un lugar en donde el estado ha
abandonado o destruido deliberadamente las instituciones que se supone velen por
el bien común de sus ciudadanos. El colapso de la infraestructura, la energía,
la salud, la educación, la agricultura y el comercio local venía ocurriendo
desde antes de María, está solo se llevó el toldo con el que la clase dominante
ocultaba la realidad.
Lo más frustrante de todo esto es que esa clase gobernante y corporativa
del país está empeñada en dejar que el libre mercado sea la solución al
problema de la crisis, un problema creado por la misma veneración
incuestionable al libre
mercado desde la ideología neoliberal. La clase gobernante-corporativa del
país ahora recomienda más privatización, más austeridad y hasta la suspensión
de derechos adquiridos por los trabajadores. Hacen todo esto utilizando la
crisis que ellos mismos han creado como excusa y es por esa razón que Puerto
Rico necesita una revolución.
Puerto Rico necesita una revolución que ejerza la presión política necesaria para transformar las instituciones socioeconómicas del país, y
hacerlas que trabajen para todos y no para las minorías ricas locales o las de
afuera. Necesitamos una revolución forjada en el bien colectivo y la
solidaridad, que diseñe un modelo de país en donde la educación de alta
calidad, el acceso a excelentes servicios de salud y el desarrollo de una
economía justa y sustentable sean los pilares de ese nuevo Puerto Rico.
El primer paso para revolucionarnos es renunciar a todos esos mitos de
auto-menosprecio que se nos han inculcado desde la cuna colonial. Tenemos que
dejar a un lado esa idea dañina de que somos inferiores o incapaces solo por haber nacido en
este pedazo de tierra en El Caribe. Tenemos que reconocer que el que nuestros
gobernantes de siempre no sean capaces de trabajar para el bienestar de todos,
no significa que no haya otros Puertorriqueños capacitados y con mucho
compromiso e integridad para transformar a nuestro país en uno que trabaje para el bienestar común.
Si algo positivo hemos experimentado en el Puerto Rico post-María es que
juntos en
solidaridad podemos alcanzar el bienestar en nuestras respectivas
comunidades. Esa extraordinaria labor colectiva ha sido la responsable de
levantar a muchas comunidades por toda la isla en donde el gobierno federal,
estatal o municipal brilla por su ausencia. Mientras el gobierno y los
oportunistas en el aclamado sector privado buscan cómo enriquecerse de la
crisis, el pueblo redescubrió el poder de la solidaridad y es ese poder el que
nos llevará a un nuevo despertar revolucionario.
Hemos visto como el opresor gobierno estadounidense y sus lacayos en el gobierno
colonial estropean deliberadamente la recuperación de la isla, para así agudizar la crisis y continar con sus nefastas agendas de control sobre el pueblo Puertorriqueño. Debido
a esas acciones, muchos Puertorriqueños han comenzado a revolucionar su pensamiento.
El terreno está fértil para el desarrollo de una revolución forjada en la
verdadera democracia, en donde las mayorías se llenen de valor y remuevan del
poder a esos de siempre que se aprovecharon, aprovechan y aprovecharán de
nuestra situación colonial antes, durante y después del impacto de un poderoso
huracán.
Tenemos un nuevo papel en blanco en donde podemos escribir sobre lo que
debe ser el nuevo Puerto Rico. No dejemos que los mismos ideólogos neoliberales
capitalistas de siempre nos convenzan con sus planes, los mismos planes
nefastos que nos llevaron a la crisis que hoy sufren nuestras hermanas y
hermanos en la isla. Es hora de removerlos del poder para al fin tomar el
control de nuestro país, y juntos en solidaridad construir un Puerto Rico que
trabaje para todos y no solo para la misma clase política-corporativa corrupta
de siempre.